A veces aunque no veas el final de un camino o a dónde te llevará, hay que seguir hacia delante.
Y ahí estaba yo, paseándome por el supermercado mientras pensaba en qué gastarme el poco dinero que me quedaba.
Cinco euros que se agarraban fuertemente al forro interior de mi bolsillo izquierdo,
mientras mi estómago bramaba con estrepitosos ruidos.
La tienda estaba apunto de cerrar y una de las encargadas se acercó y me preguntó si ya me había decidido.
En ese momento algo hizo que saliera corriendo del establecimiento y me acercara al taxi que apenas unos segundos atrás acababa de parar en la esquina de esa misma calle.
- ¿A dónde se dirige?- preguntó amablemente el conductor mientras le enseñaba mi arrugado billete.
- Lléveme al mar, quiero alimentar mi alma.
Gracias a mis compañeros de clase por dejarme usar sus fotografías en este trabajo.
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